Para entender lo innovador de su propuesta es necesario tener un poco de contexto, empezando por conocer el proceso con el que se purifica el agua en las plantas desaladoras más modernas. Vamos a ello. Partimos de un fenómeno físico, la ósmosis, por el que si dos líquidos con distinta concentración de solutos (sal en este caso) son separados por una membrana semipermeable, el de menor concentración tiende a atravesar esta membrana para mezclarse con el de mayor concentración. Si hablamos de agua salada por un lado y agua dulce por otro, esta segunda -que es la de menor concentración- tendería a fluir hacia la primera.
Pero como de lo que se trata en las plantas desaladoras es justamente lo contrario -que el agua salada pierda salinidad y no que la gane el agua limpia- lo que se hace en ellas es revertir la ósmosis. ¿Cómo? Pues utilizando bombas de presión para empujar el líquido con mayor concentración, para forzar que sea el agua salada la que, contra las leyes de la física, fluya hacia la limpia dejando atrás la sal, que no puede atravesar la membrana.
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